El camino hacia el desarrollo personal precisa que nuestro mundo emocional esté en equilibrio. Las emociones son parte de nuestra estructura cerebral, son órganos de nuestro cerebro, sensaciones captadas por nuestros sentidos, pensamientos elaborados sobre nuestras experiencias, reacciones de supervivencia ante situaciones externas,... los componentes de la emoción discurren entre la fisiología, la experiencia y los valores y creencias en los que nos desarrollamos.
Una vez que contamos con un desarrollo fisiológico adecuado, para que el aprendizaje se produzca necesitamos tener experiencias significativas y sobre todo, deseo de aprender, motivación para marcarse un objetivo o simplemente para curiosear y comprender el entorno.
La fuerza de la motivación es fundamental en el aprendizaje, sin intención, sin interés, sin curiosidad… el aprendizaje no se estimula y se produce con mayor dificultad.
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Las emociones inciden directamente en el aprendizaje. Una persona que se siente incapaz, ansiosa, enfurecida o deprimida no aprende, no consigue asimila la información, relacionarla, unirla a aprendizajes anteriores.
Las emociones intensas nos desequilibran, y no solo las que consideramos desagradables como la ira, la ansiedad, la tensión o la tristeza, también las consideradas positivas como la euforia, pues interfieren en su atención y concentración.
Es la corteza prefrontal la que pone en marcha la mecanismos de llamada memoria activa, la que nos permite relacionar los aprendizajes. Es el punto en el que se unen los pensamientos elaborados, las sensaciones y emociones. Cuando el circuito límbico, que converge en la corteza prefrontal, se altera por un estado emocional extremo, no podemos pensar correctamente.
La motivación positiva, el entusiasmo, la confianza, la autoestima, la expectativa de logro,… nos permite aprender con más intensidad, entrenarnos más, buscar nuevas conexiones y respuestas. El entusiasmo permite el esfuerzo, incrementa la atención y la concentración y de ese modo los aprendizajes se incrementan con gusto.
Así podemos tocar el éxito, alcanzarlo y disfrutarlo, cuando gracias a la motivación y esfuerzo realizado, incrementamos nuestras habilidades innatas y multiplicamos nuestras posibilidades de aprender y vivir exitosamente.
La Inteligencia Emocional nos permite manejar nuestras emociones, ajustarlas, equilibrarlas y armonizarlas, para responder adecuadamente en cada situación vital. Esa inteligencia en el manejo de nuestras emociones es una capacidad que nos permitirá del desarrollo pleno de nuestras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas, cuando nos inunden y bloqueen.
En Preparados para Aprender… de la vida, te ayudamos a manejarlas, reconocerlas, respetarlas y conseguir desde la automotivación y el esfuerzo llegar al éxito que te mereces, ¿te animas?