La curiosidad por el entorno y el aprendizaje aparece desde nuestros primeros días de vida y se sucede durante el resto de nuestra vida. Gracias a los aprendizajes estamos “vivos” y cuando no se producen nuestra vida es insegura y corremos riesgos.
Aprender es por tanto una función vital de gran importancia, y toda persona tiende a ello.
Reconocemos que en algunas ocasiones, la persona no aprende, o lo hace con mucho esfuerzo. Su capacidad para aprender no está adecuadamente desarrollada, existe una inhabilidad, estrategias ineficaces para pensar, razonar, transferir los aprendizajes, o bien desmotivación y malas experiencias de aprendizaje, cuando las emociones bloquean y los demás no creen en nosotros o no nos entienden…
En cada caso es importante identificar qué capacidad no está totalmente desarrollada, qué método es el más adecuado, cómo podemos motivar.
En el aula, en casa o en el trabajo necesitamos aprender. Nuestra capacidad de aprender es “ilimitada”. Tenemos la posibilidad de desarrollar todo nuestro potencial personal a través de las diferentes experiencias que nos facilita el entorno.